CULTURA LIBRE: SALUDAR AL FANTASMA DENTRO DE LA MÁQUINA

Comenzando el Congreso Online de Gestión Cultural me preguntaba si la red online, que da cabida a este encuentro, es suficiente para mantener, promover o impulsar el trabajo articulado, colaborativo y en red del que se suele hablar en la cultura libre. Por suerte, ese tema será trabajado en profundidad en la Mesa 2, cuyas ponencias ya están disponibles para descarga.

Por suerte también, la pregunta inaugural en el #GCultural2016 fue por la sustentabilidad de los proyectos de cultura libre, un tema que en mi opinión es demasiado importante y que muchas veces lo colectivos, organizaciones y redes de trabajo dejan de lado como un asunto interno o como un conjunto de principios a tener en cuenta, sin adentrarse en lo concreto: las estrategias para hacer posible financiera, económica y humanamente los proyectos.

Me parece además una suerte que muchos de los colectivos y las personas participantes nos encontremos en esa preocupación central: trascender la idea de la cultura como una mercancía o como un servicio al que se puede o no acceder; concebir la cultura libre como una posibilidad de transformar la idea de la propiedad privada y de la economía en general, y comenzar a referirnos a lo común y los comunes que compartimos, pero ¿de qué se trata eso?, ¿y cómo puede ser posible? Aquí algunas ideas, puestas en común durante la Mesa 1 que tuvo lugar la tarde de ayer

Transformar el mito: libre no es gratis

Comparto la preocupación mencionada por Panorama 180 sobre las dificultades de trabajar desde la cultura libre en un contexto neoliberal, donde pareciera que nos acostumbramos a trabajar en la precariedad, argumentando nuestras actividades en una nueva forma de concebir la economía. Y sin embargo, ¿no se trata acaso de eso? Claro que sí, la cultura libre tiene sentido en tanto instrumento para transformar la idea de economía, para producir otros paradigmas y otros objetivos, como señalaron desde el proyecto Lab.irinto.

Y para eso, es necesario reconocer la cantidad de recursos intangibles que intervienen en la producción cultural, lo que ha intentado hacer el colectivo Enjambre en la Patagonia argentina, con su proyecto Desbordes. Es lo que ha hecho también la editorial La Terraza, para quienes trabajar a partir de los criterios de cultura libre ha generado beneficios que van más allá de la venta de sus libros; hay un beneficio contextual y transversal que tiene que ver con el reconocimiento, tanto de los y las autoras, como de la editorial misma.

img1-mesa1Portada del libro Crack, de Gabriel Pantoja y Luis Silva

Pero en mi opinión, eso implica también asumir un pacto conjunto que desde hace tiempo se menciona en el movimiento de cultura libre: lo libre no es gratis. Que si bien se trabaja porque el acceso no esté mediado o restringido por un pago monetario, el trabajo y los recursos cuestan. Esfuerzo, energía, y en definitiva, materia.

Liberar el software de las tecnologías sociales

En ese sentido es valiosísimo reconocer que no estamos ante una serie de problemas cuando nos encontramos alrededor de la cultura libre, sino ante nuestras propias capacidades para aportar a soluciones, como plantearon desde Ártica. Pero es necesario reconocer, decían desde Panorama 180, que hemos aprendido más de los momentos de dificultad y contradicción que de los sencillos y exitosos, por eso es necesario aterrizar a los contextos y las prácticas y así, trabajar a partir de las experiencias concretas, desde las relaciones laborales y humanas con que estamos trabajando.

Y para mí ese es, quizás, el punto central entre los puntos centrales. Pienso que si algo me ha permitido ver el software libre –ya que me abrumo cada vez que debo enfrentarme a un código- es que los más pequeños detalles en un proceso productivo, son indispensables para el engranaje total. Y que se ahorra trabajo y esfuerzo si se comparten soluciones. Y así como el software no se hace de políticas públicas sino de práctica y oficio, así mismo ocurre con los procesos sociales y culturales.

img1-mesa1De la iniciativa Panorama 180, que realizan el Festival de Cine Creative Commons en Barcelona

Colaborar: para salir del capitalismo 2.0

Luego aparece una nueva preocupación para mantener viva la cultura libre, y es cómo desarrollar estrategias para que quienes tienen mayores recursos y conocimientos no apropien las tecnologías y posibilidades de desarrollo. Ante eso, quién sabe si hay una sola respuesta. Seguramente no es una, porque de entrada nos encontramos en la diferencia y de eso también se trata el deseo de abrir y de construir en conjunto.

Sin duda hay maneras diversas de hacer cultura libre, así como hay maneras diversas para financiar y hacer sustentable cada proyecto. Incluso podrían parecer contradictorias algunas estrategias. Hay quienes apelan al financiamiento estatal o al trabajo articulado con instituciones; hay quienes apuestan por llamar a las inversiones privadas, a la cooperación internacional, a la distribución comercial, al crowdfunding, al trabajo a partir de comunes.

Un ejercicio de transformación desde la cultura libre supone, para mí, romper dos barreras: una que nos impide juntarnos en la diferencia (por ejemplo si no se desea recibir financiación estatal, de una parte, o ejercer el activismo sin una remuneración, de otra);  otra que nos pone es situación de competencia (por ejemplo por fondos, por tráfico web, etc.). Superando el desdén por las otras formas de hacer, podemos convertir la competencia -que todavía está muy instalada en el desarrollo efectivo de losporyectos culturales- en una potencia de cooperación y colaboración.

Porque en la colaboración encontramos que más allá de lo que nos distancia, de cada error y de cada acierto nos beneficiamos juntas si estamos compartiendo nuestras experiencias y aprendizajes y beneficios y fallas. Y porque desde esas prácticas es desde vamos construyendo confianzas eficaces.

Autonomía: romper las fronteras del consumo

Otro elemento que se transforma en los procesos de cultura libre es la dimensión del público, como un ente receptor de los productos culturales. En cambio, se trata de trabajar con comunidades activas y en esa medida, la comunidad incluye a quienes producen, usan, mezclan, reinterpretan, aprovechan, reutilizan, aprenden, continúan construyendo, replantean y una infinidad de posibilidades más, ¿acaso no podemos organizarnos, hacernos cargo de este universo enorme que estamos construyendo? 🙂

Eso implica que el asunto de la sustentabilidad va más allá de lo financiero y también, que resulte necesario planteárnoslo así, hacia los modos como actuamos, como ponemos en práctica a diario la cultura libre, como trabajamos por ser comunidades en poder de nuestros productos y procesos culturales, de nuestros presentes y nuestros futuros…

Y mientras la transición, ¿qué hacemos?

Por supuesto no se hará el cambio en un día pero es necesario comenzar, porque ya lo hemos comenzado. Compartir metodologías es algo que ya se hace, promover la reproducción, la copia y los derivados, compartir conocimiento, abrir las puertas y ventanas, pero ¿cómo aprendemos más de las prácticas para salir un poco de lo que debe ser, de la teoría?

En mi opinión, y a manera activa de invitación, construyendo formas para aprender de los modos como nos estamos haciendo sustentables en las prácticas de todos los días: lo que nos funciona y lo que no, lo que nos gusta, lo que utilizamos, cómo lo utilizamos y cómo lo valoramos, lo que nos cuesta, a lo que aspiramos, lo que obtenemos, lo que hace falta. A diario necesitamos financiarnos y a diario buscamos soluciones. Recoger y reutilizar ese conocimiento puede ser un camino para hacerle frente al capitalismo que precariza la vida.

Comparto totalmente la necesidad de aprender de los criterios y proyectos autónomos, no para copiarlos como un modelo, sino para llenarnos de herramientas para manejarnos, cada quien en su contexto de contradicción, cada vez más en libertad.